Me despierta la luz de la mañana que entra por mi ventana.
Anoche también olvidé cerrar la persiana. Me siento confusa, desorientada. Pero
de repente recuerdo, hoy es el día.
Ilusionada. Nerviosa. Llena de alegría. Sensación de volver
a ser pequeña, de sentir ese “nosequées” que te recorre el cuerpo y sólo tienes
ganas de saltar, gritar y reír.
Me levanto rápido, me preparo y desayuno, y en menos de un
segundo me ves preparándolo todo. Todo tiene que estar listo. Abro la maleta y
la lleno de cosas insignificantes, porque lo más importante, me esperará
sonriendo en unas cuantas horas.
Preparo mi corazón, y lo lleno de tantos sentimientos que no
he sido capaz de transmitirte estos días, de todos estos besos que te debo y
los que me faltan por darte, del abrazo más grande que ha podido llegar a
existir, de mil y una ilusiones para comenzar, de millones de mimos que te
quiero dar.
Hoy es el día, hoy te veo.
No puedo prometerte el cielo,
ni la Luna, ni las estrellas,
porque no las tengo.
Pero te prometo mi corazón,
que será tuyo por siempre